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  • Foto del escritorJuan P. Lema

¿Me quedo hasta tarde o me lo llevo a casa?

Actualizado: 2 feb 2021

La mayoría de las personas dejamos que el trabajo se apodere de nuestro tiempo personal, generándonos angustia y desazón. Aprende aquí a evitarlo.

Seguramente te ha pasado que, al final de la jornada laboral, te has enfrentado más de una vez a la pregunta: ¿Me quedo terminando esto o me lo llevo para hacerlo en casa?. Y probablemente coincidirás conmigo en que ese es el peor momento del día.


La angustia que sentimos al hacernos esa pregunta es inmensa. Es justo el momento en el que ponemos al frente de nosotros, en una balanza, nuestro trabajo y nuestras actividades personales. Y nos enfrentamos a la difícil decisión de escoger qué nos importa más. A cuál de ellas deberíamos darle prioridad. A cuál de ellas deberíamos dedicarle el tiempo que tenemos por delante.


De un lado está el trabajo y nuestro sentido de la responsabilidad. Sentir que, si no hacemos esa tarea que está pendiente, podríamos ser reprendidos o que nuestra capacidad productiva podría a ser puesta en tela de juicio. Que vamos a quedar mal con nuestros jefes o colegas, y quizás no nos va a seguir teniendo en tan buen concepto.


Y por el otro están nuestras actividades personales. Esa clase que queremos atender. Esa película que nos gustaría ir a ver. Ese amigo que quisiéramos visitar. Los hijos que nos esperan en casa para comer y jugar antes de irse a dormir. Todas estas, actividades importantísimas que, la mayoría de las personas, no anteponemos a las responsabilidades y actividades laborales. Muchas veces por el temor al qué dirán si incumplimos una actividad del trabajo por irnos a hacer algo que nos da placer personal o simplemente por irnos a descansar.


El balance en nuestras vidas no depende de nuestra empresa ni de nuestro trabajo. Depende de que lo propiciemos nosotros mismos.

El problema es que esta situación no es esporádica, sino que es más frecuente de lo que pensamos. Nos pasamos así nuestros días. Trabajando y trabajando. Dejando que el trabajo robe tiempo a nuestras vidas. Justificándonos en que necesitamos el dinero que recibimos a cambio de nuestro trabajo para poder vivir mejor.


Pero en realidad lo que pasa es que nos estamos dejando quitar nuestro tiempo, a cambio del dinero que nos pagan. Y a mayor salario, a mayor cantidad de dinero en juego, mayor es la presión que sentimos por hacer las cosas con mayor rapidez y con mayor dedicación. Por demostrar que somos productivos y que hacemos muchas cosas. Todas ellas bien.


Y es aquí cuando tenemos que recordar que el tiempo es el recurso menos renovable del mundo. No se puede comprar ni vender, prestar ni robar, acumular ni ahorrar. No se puede producir ni modificar. Lo único que podemos hacer con él es aprovecharlo. Y, así no lo aprovechemos, de todas maneras pasará. Nuestros hijos crecerán y se irán; nuestros padres envejecerán y morirán. Nuestros amigos buscarán otros con quienes compartir y disfrutar. Y nosotros seguiremos pensando que estamos aprovechando el tiempo como debe ser, dedicándonos a trabajar para conseguir el dinero que necesitamos para luego disfrutar.


Además, irónicamente pasamos más tiempo pensando en qué gastar o invertir nuestro dinero, que es un bien renovable y que podemos volver a adquirir, que en cómo utilizar nuestro tiempo, que es irrecuperable. Le damos más relevancia al destino que le damos al dinero, que lo podemos volver a conseguir trabajando, nos lo pueden prestar, nos lo pueden regalar o hasta nos lo podemos ganar en una rifa o en una lotería.


En lugar de esto, deberíamos dedicar más tiempo a asegurar que invertimos nuestro tiempo en lo que realmente queremos y nos importa. Y para esto es necesario pensar y medir qué hacemos con el tiempo. Analizar en qué se nos van los minutos, las horas y los días. Qué hacemos con las 168 horas que tenemos todas las semanas, especialmente con las 40 a 48 que tenemos disponibles para hacer lo que nos plazca en lugar de trabajar.


Quien dice que no tiene tiempo para hacer algo ,es porque realmente no quiere hacerlo o no es su prioridad.

Te preguntarás de donde saco esta cifra. Acá te la explico. Esas horas son las que nos quedan disponibles después de realizar las actividades fijas a las que tenemos comprometidas entre 120 y 128 horas semanales:


  • Trabajamos entre 40 y 48 horas a la semana

  • Dormimos un promedio de 8 horas diarias

  • Pasamos 1 hora al día desplazándonos hacia y desde el trabajo

  • Dedicamos 2 horas diarias a comer

  • Nos arreglamos 30 minutos cada día

  • Estamos 15 minutos en el baño diariamente


Como ves, al restar a la semana estas horas, que son tiempos promedio válidos para la mayoría de las personas, nos quedan entre 40 y 48 horas semanales para hacer los que queramos. Actividades familiares y personales. Pasatiempos y deporte. Descansar y disfrutar. No permitas que el trabajo se apropie de ellas.


Pero si aún no crees en las cuentas que te acabo de hacer, mide cómo utilizas tu tiempo con nuestra bitácora de uso del tiempo. O lee nuestra publicación en la que te enseñamos a medir tu tiempo, para que te des cuenta que tienes mucho tiempo libre y que todas las semanas no son como la más ocupada.


Por ello te invito a que disfrutes cada cosa y cada momento. Que saques tiempo para ti, para tus actividades personales, para todo aquello que te importa. Que nunca te quedes en la oficina después de que se acabe la jornada laboral.


Quizás sea necesario algunas veces llevarte trabajo para la casa para hacerlo después de ir a cine, al gimnasio, a una cena o de acostar a tus hijos. Pero no dejes nunca de compartir tiempo con tu familia ni con las personas que te importan por quedarte a trabajar. Nunca pospongas este tipo de actividades. Recuerda que el mejor día para hacerlas es hoy.


La clave en el manejo del tiempo no es cuándo se hacen las cosas, sino tener tiempo para hacer todo lo que queremos y nos importa. Así que dedicarte a responder correos algunas noches, después de compartir con tu familia, no es lo ideal, pero tampoco está mal. Levantarte de vez en cuando el domingo y adelantar actividades del trabajo mientras tu familia duerme, tampoco está mal.


Simplemente no dejes que el trabajo te robe el tiempo que tienes para tus actividades personales. Sal puntualmente de la oficina y vive la vida que con seguridad hay mucho qué hacer más allá de tu escritorio y el mundo no se va a acabar si dejas cosas pendientes para el siguiente día.

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